UN SANTO PARA EL TERCER MILENIO

Hoy hablamos todos de ecología y de ecologismo. Es que se nos ‘cae la casa’. Pero seguimos sin cuidarla. Anchieta es un santo que se fue apagando entre los indios y sus florestas. Él sí que era ecólogo y ecologista. Le sobrecogía el Teide en su isla natal, le deleitaban las riberas del Mondego en Coimbra, y su actitud ante la inmensa diversidad de plantas y animales del nuevo mundo, que tan bien describió cuando apenas llevaba seis años en el Brasil, le merecieron allí el calificativo de segundo Adán.

Es cierto -dice Cardoso- que llegó a conocer los muy diversos y múltiples instintos de los animales, tratándolos conforme a su naturaleza. Por eso, lo respetaban y lo iban siguiendo como a quien los contemplaba con afecto, les hablaba en tupí, les daba, a veces, de comer. Sabemos que los animales así tratados, acostumbran corresponder de mil maneras, cada cual según su instinto, a ese cariño.

Hemos recordado ya algunos de los innumerables casos de la vida del Padre José, descritos por sus coetáneos, jurados en los procesos de beatificación y llamados
 milagros, que hoy diríamos más bien “florecillas” como las de San Francisco de Asís, aunque mucho más frecuentes y “portentosas”.

Eran aves y pájaros de toda especie que lo rodeaban y seguían, jilgueros, canarios, “guarás” o garzas, gaviotas e incluso animales feroces como panteras, reses bravas, víboras o cobras venenosas como aquella que él llegó a acariciar. Lo refiere el Padre Pedro Rodríguez en su biografía:

Encontramos en el camino una víbora muy venenosa. Huimos de ella todos, pero el Padre José nos dijo que no huyéramos. Volvimos. Y el Padre llamó a la víbora, que vino a su llamada. La tranquilizó y la tomó con su mano y la puso en su regazo, acariciándola. Tomó de esto MOTIVO para HABLAR a los Indios de Dios, y encarecerles cómo todas las cosas, hasta aquel animal tan feroz, OBEDECÍAN a quien obedecía y guardaba los preceptos de Dios. Y, pasado algún tiempo en esta plática, bendijo a la cobra y le mandó se fuese quietamente, como lo hizo. Y los Indios continuaron su camino con el Padre, maravillados de lo que habían visto y alabando a Dios en las maravillas de su siervo...

Razón tenía Vasconcelos para llamarlo segundo Adán y buen motivo tenemos nosotros para tomarlo como el gran ejemplo de la Nueva Evangelización, a la que nos llamó Juan Pablo II a las puertas del Tercer Milenio Cristiano.

Otra maravilla o “portento’, menos impresionante, pero referida también por su biógrafo Rodríguez y sacada por él de los Procesos: “El Padre Samperes, valenciano de nación, dijo así en su testimonio: -Yo vi con mis ojos en la Capitanía del Espíritu Santo, que, predicando el Padre José en la fiesta del Espíritu Santo, en nuestra casa, vino volando un pajarillo como canario y se le posó sobre el hombro izquierdo, y se fue mansamente después de que el Padre lo despidiera por segunda vez con una caricia.

Podrían llenarse muchas páginas con casos semejantes, que admitirían una explicación natural sin recurrir al milagro, pero que justifican la calificación del Cardenal Cienfuegos, aceptada elogiosamente por Viera y Clavijo: EL PORTENTOSO PADRE JOSÉ DE ANCHIETA.

 

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