ANCHIETA Y LOS ENFERMOS

Sabemos que el Hermano José vino al Brasil, después de haber sido desahuciado por los médicos de Coimbra. Recordemos su carta al Padre Aquaviva de 8 de agosto de 1854.  “Como mi dolencia comenzó hace muchos años, y ahora, apretó más, hay pocas esperanzas de salud...” Casi 13 años duró todavía en el Brasil. En aquella carta no pide nada para sí. Sin embargo en la postdata le recuerda al Padre General el deseo del Padre Vicente Rodríguez de morir en Portugal.

Su solicitud por los enfermos fue continua y eficaz. Sus curaciones “portentosas”, con medios rudimentarios, fueron sin número. Los muchos testimonios en los Procesos son impresionantes. Siendo estudiante y profesor en San Vicente, antes de ser ordenado de sacerdote, practicaba lo que se llamaba entonces “sangría”, con tal éxito que nos obliga a pensar que la mano de Dios dirigía la suya.

Practicó también entonces, en casos extremos por falta de médicos, cirugías que hoy nos sobrecogen, cortando, con tijeras y lancetas, carnes no ya infectadas, sino podridas y hasta con gusanos, con resultados “portentosos”... Impresiona leer las cartas de esos años en San Vicente, marcados con variadas y terribles epidemias, a las que se enfrenta el Hermano José con una caridad heroica, hija de aquella fe que “creció con él desde sus primeros años en La Laguna”…

Las curaciones de Anchieta, testimoniadas en los Procesos de canonización, revelan, a veces, su buen humor y su penetración psicológica. Como cuando dice al Hermano Francisco Fernández, enfermo de fiebres cuartanas: -“Id a la ermita de Nuestra Señora de la Estrada y dejadlas allí”. Y allí las dejó.

 

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