EL AUTO DE SAN MAURICIO

Ya aludimos a él en páginas anteriores. Es de esta época (1595). Son 1775 versos en portugués y castellano. Introduce un personaje alegórico, como lo haría después profusamente nuestro Calderón de la Barca: “la vieja ingratitud”.

Su papel de vieja mala y sembradora de pleitos, es tan realista y está tan bien
caracterizado que ha merecido el título de una tesis doctoral defendida por Edith
 Pimentel Pinto: “Auto de la Ingratitud”. Con cierta ligereza o pereza mental se ha tildado la obra literaria de Anchieta de pura catequesis. El Congreso Internacional de La Laguna en junio de 1997 ha empezado a valorarla. El de Coimbra, en octubre de 1998,  estudia científicamente algunos aspectos de la obra y de la vida de José de Anchieta. Pero es necesario continuar ese estudio y canalizar la devoción del pueblo lagunero y canario al que, sin duda alguna, es su hijo más ilustre. En los comienzos del tercer milenio esta devoción puede iluminar y caldear la nueva evangelización que tanto necesitamos todos los pueblos hispanos.

La representación del Auto comienza en el Puerto de la Villa, como una especie de “Prólogo”, para recibir una reliquia de San Mauricio, que viene en barco desde Portugal. Un grupo de diez meninos indios, ataviados con plumas multicolores, cantan, bailan o recitan versos desde el Puerto hasta el atrio de la Iglesia de Santiago. La Villa entera va siguiendo este espectáculo más folklórico que dramático.

El Acto primero tiene como escenario el atrio de la Iglesia. Satanás habla en castellano y Lucifer en portugués. En un vivo diálogo, saturado de humor, intentan seducir a San Mauricio, sin conseguirlo. El pueblo ríe... y aprende.

El Acto segundo es más serio. Se retiran lo demonios y aparece la Villa de Vitoria, deprimida por los males físicos (epidemias, sequías) y por la situación moral de su pueblo. El Buen Gobierno, otro personaje alegórico, personificado en un honorable anciano, intenta consolarla... Pero se confiesa fracasado ante la VIEJA INGRATITUD, que irrumpe en la escena, declarándose enemiga de Dios y de los hombres. Entonces el embajador castellano del Paraguay se le enfrenta con dureza, al tiempo que critica la poca devoción de la gente a tan grandes santos. San Víctor, compañero de martirio de San Mauricio, expulsa a la Vieja y restablece la paz,..

En el Acto tercero, el Buen Gobierno exhorta al pueblo a escuchar los avisos del Temor y Amor de Dios, que hablan con no menos claridad que suavidad y prudencia. La Villa de Vitoria cierra el Acto invitando a la alegría de la Fiesta.

En el Epilogo o Despedida vuelven a cantar y bailar los meninos mientras se dispersa la multitud.

¿Teatro catequético? Sí. Pero también teatro estético, histórico, folclórico e ingeniosísimo, que merece un puesto de honor, hasta ahora vacante, en nuestra literatura hispánica.

 

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