El profesor Antonio Rumeu de Armas publicó en la revista HISPANIA (tomo XIV, año 1985, págs. 5-32) una carta del Padre Anchieta a Felipe II. En el estudio magistral que hace de la misma, deduce la existencia de al menos cinco cartas cruzadas entre el monarca y el provincial. Probablemente la mutua correspondencia epistolar entre ambos —añade- fue mucho mayor.
La carta a que nos referimos está fechada en Bahía el 7 de agosto de 1583 y fue encontrada casualmente por el Dr. Rumeu de Armas en el Archivo de Simancas. El insigne historiador afirma (p. 8) que no debe perderse la esperanza de encontrar el resto en el Archivo de Indias de Sevilla o en la Torre do Tombo de Lisboa. Lo más lógico es que esté o haya estado en este último archivo, pues sabemos que los asuntos del Brasil los trataba el Rey desde Lisboa.
Sobre esta carta me voy a permitir una referencia personal. Acababa yo de recibir el volumen 6º de las Obras Completas de Anchieta, titulado CARTAS, con amable dedicatoria de su autor el Padre Hélio Abranches Viotti, S, J, (SAO PAULO, 1984), donde no aparecía la carta de Anchieta a Felipe II. Unos días antes, en La Laguna, me había hablado el Dr. Rumeu de su hallazgo casual en Simancas de aquella carta y su propósito de no publicarla hasta encontrar el resto de la correspondencia. Inmediatamente escribí al Padre Viotti contándoselo todo. Ese mismo año 1984 me llegó una segunda edición de las CARTAS incluyendo (págs. 336-340) el feliz hallazgo del profesor Rumeu de Armas. También conservo, con amable dedicatoria, el estudio magistral que escribió después sobre esa carta Don Antonio en HISPANIA, tomo XLV (1985, págs 5-32). Queda por encontrar el resto de la correspondencia entre el rey portugués y el provincial brasileño).
Es en la Torre do Tombo donde se conserva la Ley más explícita sobre la LIBERTAD de los Indios (tupíes brasileños), que, con fecha 26 de julio de 1596, dictó Felipe I de Portugal y II de Castilla, en vida del Apóstol del Brasil y reflejando claramente su pensamiento. Fruto, sin duda, de aquella mutua correspondencia epistolar. Puede consultarse en las págs. 623-4 del tomo II de la HISTÓRIA DA COMPANHIA DE JESUS NO BRASIL, del Padre Serafín Leite, S.J.
En razón de la brevedad, traduzco del portugués sólo los dos primeros párrafos:
Yo, el rey, hago saber a los que este mi edicto y regimiento vieren, que considerando yo lo mucho que importa para la conversión de los gentiles del Brasil a nuestra fe católica y para la conservación de aquel estado, dar orden para que los gentiles bajen del sertón a la partes vecinas a las poblaciones de los naturales de este Reino, y se comuniquen con ellas, y haya entre unos y otros la buena correspondencia, que conviene para vivir en paz y conformidad, me pareció encargar por ahora, en cuanto yo no ordenare otra cosa, a los religiosos de la Compañía de Jesús, el cuidado de hacer bajar a esos gentiles del sertón, e instruirlos en las cosas de la religión cristiana, y civilizarlos, enseñarlos y encaminarlos en lo que conviene a los mismos gentiles, así en las cosas de su salvación, como en la convivencia común, y en el trato con los pobladores y moradores de aquellas partes, en lo que procederán de la manera siguiente:
Primeramente los Religiosos procurarán por todos los medios buenos encaminar a los gentiles para que vengan a establecerse y tratar con los moradores en los lugares que el gobernador les asignare con el parecer de los Religiosos para que tengan sus poblaciones, y los Religiosos declararán a los gentiles que son LIBRES, y que en esa su LIBERTAD vivirán en las dichas poblaciones y serán señores de su hacienda, así como lo eran en la sierra, por cuanto yo los tengo declarados por LIBRES, y mando que sean conservados en su LIBERTAD, y usarán los dichos religiosos de tal modo que no puedan decir los gentiles que los hacen bajar de la sierra por engaño, ni contra su voluntad, y ninguna otra persona podrá entrometerse en traer a los gentiles de la sierra a los lugares que se les han de asignar para sus poblaciones.
Es ahí donde se conserva la Ley más nítida sobre la LIBERTAD de los Indios, que con fecha 26 de julio de 1596 dictó Felipe II, en vida del Apóstol del Brasil, el Provincial José de Anchieta, y reflejando claramente su pensamiento.
¿Por qué ésta carta de Anchieta a Felipe II se conserva en el Archivo de Simancas y no en el de la Torre de Tombo, su lugar natural? Quizás su primer párrafo nos dé la clave:
Por un patache de aviso, que vino a estas partes del Brasil, y partió del Río de Henero el último del mismo mes, envié a V. M. un pliego de cartas del general Diego Flores y escribí del estado en que él estaba con su armada; y porque de lo demás que sucedió V.M. será informado por sus cartas, réstame a mi decir cómo estuve esperando por él en el Río todo el mes de marzo, y aún después más todo el mes de abril y parte de mayo en que volvió de la boca del estrecho y halló las Capitanías de Río y de San Vicente como las dejó, muy quietas en la obediencia y servicio de V. M. COMO LO ESTÁ TODA LA COSTA...
Es Flores de Valdés quien por primera vez, precisamente durante el provincialato del Padre Anchieta, deja pacificada y libre de piratas y corsarios TODA LA COSTA DEL BRASIL. Por eso, cuando, posteriormente, en 1588, volvió a La Coruña con los restos de la “Invencible” y fue enjuiciado y encarcelado en el castillo de Burgos, de donde salió, tras sentencia absolutoria, en 1590, ¿no es muy probable que Valdés alegara en su defensa esta carta de Anchieta, que él había llevado al Monarca y comentado con él?
Terminado el proceso, la carta quedó con el resto de documentos en nuestro Archivo de Simancas, en la sección Guerra Antigua (también llamada Mar y Tierra), Legajo 148, documento 166.
Diego Flores de Valdés también aparece en la iconografía anchietana, como puede verse en los relieves de Mastroiani. Su amistad con el Provincial fue entrañable. Así puede deducirse de este otro párrafo de Anchieta a Felipe II:
De lo que la Compañía hace, y de los trabajos que lleva en esta tierra en servicio de Dios y de V. M., no quiero más testimonio que el mismo Dios en el cielo, y confío que el general Diego de Valdés acá en la tierra, dirá lo que pasa.
En la “carta anua” de Anchieta a Aquaviva (Bahía, 1 de enero de 1584) se da amplia noticia de la armada del rey Don Felipe “con más de dos mil hombres de armas”. En la travesía habían sucumbido 150, y más de doscientos llegaron enfermos.
Fue entonces cuando Anchieta emprendió la construcción del Hospital de la Misericordia, que aún se conserva en Río de Janeiro, sustancialmente transformado. Flores de Valdés llegó a decir que “nunca se había sentido tan pequeño, ante cualquier majestad de la tierra, como experimentaba delante de aquel santo, en apariencia tan insignificante”.
Un sólo detalle, de especial relieve para la mentalidad de hoy. Habiendo cometido cierto soldado un grave delito, fue condenado a muerte. Mediaron para obtener el perdón, sin conseguirlo, el Gobernador (Salvador Correia de Sá) y su esposa, y el Superior de los Franciscanos. Intercedió el Padre José y consiguió sin dificultad la conmutación de la pena.
En otro párrafo de la carta al Rey da la impresión de que intuía el Provincial que su último destino sería la Capitanía (hoy Estado Federal) de Espíritu Santo:
…yo me vine por el Espíritu Santo, y hallé toda aquella tierra asombrada con miedo de los ingleses, porque dejaron dicho que para el año que viene vendrían allí con tres o cuatro galeones armados. Y si lo cumplieren y quisieren hacer fuerza, no tienen los moradores que hacer sino acogerse cada cual por los montes por donde mejor pudiere, porque no tienen otra defensión. Y la barra es tan acomodada que si los ingleses hicieren algún fuerte en ella, sería muy dificultoso echarlos de allí. Por lo cual, así el gobernador de ella Vasco Fernández Coutinho como los moradores, están muy deseosos de que V. M. tome la Capitanía por suya y la fortalezca, como cosa de que depende toda su salvación. Y de esto tienen mucha necesidad todas las Capitanías, no sólo para la conservación de este Estado del Brasil, mas también para la navegación del Estrecho, Río de la Plata y Perú. Allende de otras comodidades, que no son para carta, que Diego Flores tiene bien entendido, y creo lleva determinación de platicar muy menudamente con V. M.
Aunque nos falte casi toda la documentación sobre este tema, por sólo este párrafo
podemos deducir que si hoy el Brasil es una nación católica y portuguesa, se debe al
Padre José, que tan admirablemente aconsejó a Felipe II por medio del General Diego
Flores de Valdés en los años más difíciles y decisivos de aquella costa atlántica de
América, tan codiciada por franceses, ingleses y holandeses.