FUNDADOR DE COFRADÍAS

Era el modo normal de “asociacionismo” cristiano de la época, que todavía perdura entre nosotros, sobre todo en la Semana Santa. Anchieta, Provincial, supo promoverlas con tino y eficacia. Sus fines principales eran el esplendor del culto divino y el alivio inmediato de las necesidades materiales de los pobres. Fueron famosas las de Nuestra Señora del Rosario en las diversas capitales, a partir de la victoria de Lepanto (1571) en tiempos de San Pío V. En Sao Paulo, donde florecían las rosas, introdujo Anchieta la costumbre de bendecirlas y hacer lo que hoy llamamos una “ofrenda floral”.

A este propósito quiero recordar su “don” (llamémosle con esta sencilla expresión) de profecía y de “percibir” de alguna manera sucesos remotos o lejanos. Sí. “Sintió” la victoria de Lepanto y 7 años después el desastre de Alcazarquivir en el momento de suceder, mucho antes de que llegaran las noticias.

La biografía que escribió Simón de Vasconcelos (Lisboa, 1672) sobre el Padre José, está llena de milagros y profecías. Hoy puede parecer “legendaria”. Pero muchos de sus asertos, que el Padre Serafín Leite puso en duda o simplemente consideró falsos, se han visto después confirmados documentalmente.

Citaré solamente la resurrección del indio Diego. Era un cofrade ejemplar. Vivía en Santos sirviendo a la cristiana familia de Domingo Días y Gracia Rodríguez. Murió entrado en años. Después de amortajado, habló llamando al Padre José. -El Padre está en San Vicente. Tardará mucho. -No. Está de camino. En efecto. Llega el Padre y se alegra Diego… “Pidiole José entonces (dice textualmente Vasconcelos) PARA GLORIA DE DIOS que contase en la presencia de los que allí estaban el misterio de su resurrección. El testimonio admirable y fidedigno de un resucitado, que luego había de tornar a morir, fue de esta suerte: -Yo partí de esta vida y a la entrada de la otra, oí una voz que decía que no caminaba al cielo por el camino real y derecho, porque no había entrado en la Iglesia de Dios por la puerta común del Bautismo (lo que en verdad ocurrió) pues cuando vinieron los portugueses a mi tierra, me enseñaron la fe y pusieron por nombre Diego, mas no el Bautismo, que yo, por error, nunca pensé que fuese necesario, y sólo trataba de guardar los Mandamientos, como los demás cristianos. Y esta fue la causa que tuve para tornar al cuerpo, y fue también orden del Señor que encontrase al Padre José en el camino para bautizarme, a quien suplico que, por dicho medio del Bautismo, me reciba en la Iglesia de Dios para ser recibido en la del cielo.

Dado este testimonio, el siervo de Dios catequizó a Diego y le administró el Bautismo, bañado él y los presentes en lágrimas, afirmando que por sólo este caso daba por muy bien empleada su venida al Brasil y todo lo padecido en él... Este milagro lo juran muchos testigos, fidedignos, en el Proceso Apostólico iniciado por orden del Sumo Pontífice...”

Los 44 años de Anchieta en el Brasil y, en especial los 10 de Provincial, fueron una verdadera lluvia de carismas, que todavía sigue fecundando a la nación católica más grande del planeta.

 

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