Sin sombra alguna de hipérbole, dice de Anchieta el gran historiador mexicano Carlos Pereyra:
(En el Brasil) vivía y trabajaba el Padre Anchieta, miembro de la Compañía de Jesús, tipo excelso del colonizador, maestro y oficial en las artes útiles como Pedro de Gante, lingüista y etnólogo como fray Bernardino de Sahagún, elocuente como fray Bartolomé de las Casas, habilísimo negociador como Bartolomé de Olmedo, generoso y caritativo como fray Toribio de Benavente, austero como fray Juan de Zumárraga y caminante como Santo Toribio de Mogrovejo. Era, además de todo esto, músico y poeta.
Y creador del Teatro Brasileño en la Navidad de 1561. Pero antes quiero hacer una precisión a la cita precedente. “Elocuente como fray Bartolomé de las Casas”. No. Comparar al Padre Anchieta con el Padre las Casas puede inducir a cierta confusión. Las diferencias son abismales. Anchieta cruzó una sola vez el Atlántico para entregarse a los indios durante 44 años seguidos no sólo con la palabra, sino con la vida entera. Y defendió también a los negros. Las Casas lo cruzó 14 veces (ida y vuelta) para morir en la Corte, después de haber “defendido” al indio más de palabra que de obra, y admitiendo sin protesta alguna la esclavitud de los negros. Y dando pie, por su falta de objetividad, a la Leyenda Negra, a que aludiremos después.
Volvamos al Teatro de Anchieta. En 1561 Sao Paulo era ya una ciudad. Y algunos colonos añoraban el Teatro de la Corte, cuando Gil Vicente escribía sus piezas bilingües, porque si el Rey era portugués, la Reina era castellana o aragonesa. Y el Padre Nóbrega le dijo de nuevo al Hermano Anehieta: “Ésta es tu empresa”. Y nuestro portentoso tinerfeño redactó en pocas semanas el “Auto de Navidad”, llamado también “Predicación universal” por ser “trilingüe”, con fragmentos en portugués, castellano y tupí-guaraní.
En el acto 1º aparece el “molinero” Adán, sobre un saco de harina, apesadumbrado y triste. El “demonio” Guaixará ríe, mostrando la “vestidura” que le ha robado al primer hombre... El coro canta una tonada popular portuguesa:
Já furtaran ao moleiro
el pelote domingueiro
(Ya hurtaron al molinero
el vestido dominguero).
El lector intuye fácilmente el argumento: Adán pierde la vestidura de la gracia por culpa de Satanás. Y será un pobre desgraciado hasta que se la restituya su “nieto” Jesús, hijo de María. Toda la Historia de la salvación contada con suma gracia y viveza. El coro lo formaban los meninos indios.
Esta primera pieza anchietana -el Primer Teatro del Brasil-, con diversas adaptaciones, estuvo en cartel durante muchas Navidades por toda la costa brasileña. Quince años después, el 31 de diciembre de 1576, siendo ya Anchieta sacerdote y Superior de San Vicente, ocurrió uno de sus “portentos” tan curiosos como bien documentados...
Era el comienzo del verano austral. En el atrio de la Iglesia estaba todo preparado para Ja representación. Una enorme nube negra se cernía sobre aquel tinglado. La gente se disponía a retirarse prudentemente a sus casas. El Padre les dijo: “No caerá una sola gota hasta que todo termine...” En efecto. Pasaron las dos horas largas del teatro. El pueblo pudo retirarse a sus hogares... y vino el diluvio.
Doce piezas enteras y algunos fragmentos autógrafos se conservan en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús. Una breve alusión a su última obra teatral ya mencionada. Se trata del “Auto de la Visitación”, escrita en la enfermería de la aldea de Reritiba (hoy Ciudad Anchieta, Estado de Espíritu Santo). Se la pidieron los cofrades de la Santa Casa de la Misericordia de Vila Velha para celebrar la fiesta de su Patrona el día 2 de julio de 1597. La obra está escrita en castellano, porque aquellos cofrades eran de Castilla... Anchieta la terminó a fines de mayo, unos días antes de su santa muerte. El autógrafo, con su letra ya algo temblorosa, pero clarísima, se conserva en el Archivo de la Compañía de Jesús en Roma.
Consta de tres actos, como de ordinario. El primero tiene 415 versos. El segundo, 145. El tercero, sólo 12. Se le iba acabando la vida...
El argumento es sencillísimo. Un romero castellano dialoga con Santa Isabel sobre la Visitación de María a su casa. Cuando va a marcharse el romero del atrio de la Iglesia, lo llama un ángel que viene delante de Nuestra Señora. Aparece María vestida con el manto de la Cofradía de la Misericordia, que sostienen, extendido, otros dos ángeles...
ÁNGEL:
Volved acá, castellano,
que la Madre de Jesús
viene, pues sois buen cristiano,
a daros muy clara luz.
y teneros de su mano,
para que podáis pasar
por este camino estrecho,
con grande fervor del pecho,
entrando, sin punto errar,
en el cielo, muy derecho.
En este momento se le juntan cuatro compañeros, y entre los cinco hacen una paráfrasis bellísima del himno mariano “Ave, maris stella,”
Una quintilla como ejemplo:
En AVE se mude EVA,
que perturbó nuestra paz
Mas vos, otra Eva nueva,
nos sacaréis de la cueva
y prisión de Satanás.
Otra quintilla, esta vez de la respuesta de la Virgen, con una alusión a la
Eucaristía:
Gustad de Él, que es muy suave.
Comedlo para vivir.
Él es la divina llave,
que a mí se me dio en el AVE
para los cielos abrir.
Por si no estaba clara la intención del portentoso poeta moribundo, lean la última estrofa del acto segundo:
Pártome sin me partir
de vos, mi madre y señora,
confiado que, en la hora
en que tengo de morir,
seréis mi VISITADORA.
El tercer acto no es más que una sencilla glosa a la “redondilla”, que se había cantado al principio de la obra. Esta estrofa de cuatro octosílabos era una de tantas coplas populares que, trasladadas a lo divino por Anchieta, iban cantando por las calles los niños de la catequesis. Con ella terminamos el Teatro de Anchieta.
¿Quién te visitó, Isabel
que Dios en su vientre tiene?
Hazle fiesta muy solenne,
pues que viene Dios en él.
Un pequeño comentario al término “solenne” Así se lee perfectamente en el manuscrito anchietano. Hoy se escribe “solemne”. Entonces solía escribirse “solene” para que rimara mejor. Como, por ejemplo, “benino” con “divino”. Tengo la impresión de que el castellano de Anchieta está bastante más evolucionado que el de Lope de Vega o Cervantes, posteriores a él. Este hecho lingüístico merecería estudiarse mejor.