Volviendo al año 1554, y dejando otros temas por falta de espacio, tenemos que referimos a uno que el Hermano Anchieta llevaba muy hondo en el corazón. En la Navidad de ese año los Hermanos Coadjutores Juan de Sousa y Pedro Correa merecieron ser los primeros jesuitas mártires de América. Escuchemos, como siempre, al primer historiador del Brasil:
Volviéronse los indios Cariyós contra nuestro Hermano Juan de Sousa, que andaba enfermo, y comenzaron a tirarle flechas. Éste, por su parte, cayó de rodillas, alabando al Señor, y de este modo lo mataron. Viendo nuestro Hermano Fedro Correa que así maltrataban a Juan, comenzó a razonar con los indios, no sabemos de qué asunto, mas creemos que se trataba de Nuestro Señor. La respuesta que le daban eran flechazos, y, al recibirlos, no cesó de clamar durante algún tiempo. Viendo que no podía soportar más, dejó caer el bordón que traía, y se arrodilló, encomendando su alma a Dios, y así lo acabaron de matar, lo desnudaron y lo dejaron en el camino...
Bienaventurados ellos que merecieron lavar sus estolas en la sangre del Cordero Inmaculado, dándole a ellos y al prójimo la vida, que mayor caridad no podían practicar... Procuraremos recoger sus cuerpos o parte de ellos. No fue pequeña consolación esta que nos causó tan gloriosa muerte, porque semejante martirio queremos todos y continuamente lo pedimos al Señor. Y hasta creemos que quiere Jesucristo fundar aquí una gran Iglesia, habiendo puesto por cimiento estas dos piedras. Quisiera la divina Bondad que fuese yo la tercera, lo que hubiera sucedido, si no lo hubieran impedido mis muchos pecados, porque casi me quiso mandar con ellos nuestro Padre (Nóbrega,), aunque no se resolviese...
¡Concisa narración! ¡Impresionante comentario personal!
Docenas y quizás cientos de veces aparece en los escritos del Apóstol del Brasil este deseo del martirio, que en más de una ocasión estuvo a punto de alcanzar... Una cita valdrá por muchas. Tiene un valor especial por ser la Dedicatoria de su Poema
Mariano:
En tibi quae vovi, Mater Sanctissima, quondam
Carmina, cum saevo cingerer hoste latus.
Dum mea Tamuyas praesentia mitigat hostes,
Tractoque tranquillum pacis inermis opus.
Hic tua materno me gratia fovit amore,
Te corpus tutum mensque tegente fuit.
Saepius optavi, Domino inspirante, dolores,
Duraque cum saevo funere vincla pati;
At sunt passa tamen meritam mea vota repulsam:
Scilicet heroas gloria tanta decet.
(Aquí tienes, Madre Santísima, los versos que te prometí en otro tiempo, rodeado de enemigos feroces.
Cuando mi presencia amansaba a los fuertes Tamoyos, y negociaba, inerme, las paces.
Tu gracia me animó con cariño materno, protegiendo mi cuerpo y mi alma.
Muchas veces deseé, movido por Dios, padecer tormentos y dura cárcel con muerte cruenta.
Pero mis ansias sufrieron merecida repulsa. Gloria tan grande está reservada a los héroes.) [vv. 5777-86]
Quisiera llamar la atención del lector sobre la fecha de este martirio. El Padre Julián Escribano Garrido, tan conocido y querido en Tenerife, en su tesis doctoral “LOS JESUITAS Y CANARIAS. 1566-1787” (Granada, 1987), cita al Padre Pedro Martínez, que pasó en 1566 por Canarias, camino de la Florida, como el primer mártir jesuita de América. Así lo afirman otros historiadores habitualmente. No es cierto. El martirio que describe Anchieta ocurrió 12 años antes, en 1554.
Aunque lo importante es esa devoción del Beato José de Anchieta en recoger sus restos, como “cimiento” de la Iglesia Brasileña. Más adelante veremos su veneración a los Mártires de Tazacorte, que dieron la vida junto a sus Islas Canarias, camino del Brasil. ¡Qué lección para los católicos españoles, que hemos olvidado a los que Pío XI y Pío XII recordaron.., y ensalzaron como los mártires más gloriosos, en número y en padecimientos, de la Historia de la Iglesia! Cerca de un millar han sido beatificados (algunos también canonizados) por Juan Pablo II o Benedicto XVI, y seguimos olvidándolos...