El primer destino del “estudiante” Anchieta fue el de “profesor’. En Bahía estaba la residencia del Gobernador, del Obispo y del Superior de los jesuitas. Pero en el Sur, en San Vicente, en concreto, era donde se concentraba el mayor número de misioneros y donde la evangelización había avanzado más. Contaba con un Colegio, adonde acudían los niños de indios y colonos. Allí afloraron también las primeras vocaciones.
El único que, por entonces, podía dar clases de latín a los futuros sacerdotes era Anchicta. También enseñaría catecismo a los niños y desempeñaría diversas actividades más. El viaje, por mar, de Bahía a San Vicente fue accidentado. Anchieta lo describe en varias cartas, de las que se conserva una sola.
Es hora ya de mencionar las CARTAS de Anchieta. Están publicadas en portugués en el volumen sexto de sus Obras Completas (Sao Paulo, 1984). Algo iremos traduciendo de esas 500 páginas para asomarnos, aunque sea de lejos, a su alma. Escojo la sexta carta, por orden cronológico, de las que, afortunadamente, se conservan. Anchieta acaba de cumplir 21 años y lleva más de dos en San Vicente. Bueno, entre San Vicente y Sao Paulo, es decir, entre la costa y la sierra. Algo así como entre Santa Cruz y La Laguna, aunque a diez o doce leguas de ásperos caminos...
Habría que hacer una Introducción previa al epistolario de Anchieta. Los límites de este libro lo impiden. Anotaré solamente que las “cuatrimestres” son las cartas que cada cuatro meses se escribían “oficialmente” a Roma desde las distintas casas de la Compañía. Algún tiempo después se convirtieron en “anuales” (cada año). Se escribían en latín y, si ofrecían especial interés, se traducían a las distintas lenguas de Europa, e incluso se publicaban.
CARTA DEL HERMANO JOSÉ DE ANCHIETA A LOS
HERMANOS ENFERMOS DE COIMBRA
+ Jesús María
La gracia de Nuestro Señor os consuele, queridísimos hermanos enfermos, y os dé obras conforme al nombre que tenéis. Amén.
Ya os escribí otras, y principalmente por el Padre Leonardo Nunes, después de cuya partida llegaron las vuestras, que nos dieron gran consolación. Las noticias de aquí se contarán ampliamente en las “cuatrimestres’
En ésta no quería escribiros otras noticias, sino una que temo que sea para nosotros muy nueva y poco sabida, es decir, que os acordéis, queridísimos, de que “virtus in infirmitate perficitur”
Esta noticia fue siempre nueva para mí el tiempo que ahí estuve, y temo que también lo sea para vosotros, por lo que experimenté allí, a no ser que por ventura “recesserunt iam vetera et nova sunt omnia” lo cual yo creo más, porque sin duda ya es tiempo.
Mucho tenéis, queridísimos enfermos, que agradecer a Nuestro Señor por haceros partícipes de sus enfermedades, en las cuales, pues Él mostró más el amor que nos tenía, razón es que le paguemos al menos un poquito, teniendo gran paciencia en las enfermedades y perfeccionando en ellas la virtud.
La muy larga conversación que tuve con esas enfermerías hace, queridísimos, que no pueda olvidarme de mis antiguos coenfermos, deseando veros curar con otras medicinas más fuertes que las que ahí tenéis.
Porque, sin duda alguna según lo que aquí tengo visto y experimentado en mí, conozco cuán engañado vivía, en cuanto usé de esas tan exquisitas medicinas, las cuales tengo para mí que sirven más para aumentar la dolencia y el mimo, que para sanar o dar un poco de paciencia.
Gran dolor tengo de ver cuánta verdad es esto en algunos que vosotros, - queridísimos, y yo vimos que acaso, por ser la mayor parte de su enfermedad mimo, no se contentaron con los muchos que les hacían en las enfermerías, sino que aun los quisieron ir a buscar fuera, donde “putruerunt in deliciis suis”. “.
Queridísimos, os pido que me perdonéis que os escriba con tanta soberbia, porque me engaña quizás el amor que os tengo, y querría veros libres de dolencias imaginarias más que verdaderas. Eso os digo de mí, que cuando ahí estaba, me quejaba antes de que apuntase la dolencia.
Bastaba solamente parecer que había señal de dolencia para nunca dejar de molestar a enfermeros y médicos, que ya no sabían qué inventarse, porque no podían ellos encontrar tantas medicinas que no brotasen más raíces de dolencias, las cuales allí parecían irremediables a no ser con la muerte, y aquí no hago cuenta de cosas tal vez más grandes de las que allí me hacían ser mimoso.
En otras cartas os escribí ya de mi buena disposición, que aumenta cada día desde entonces, de manera que ninguna diferencia hay de mí a un sano, aunque algunas veces no dejan de presentarse algunas reliquias de las dolencias pasadas. Sin embargo no hago más cuenta de ellas, como si no existiesen “iii rerum natura”.
Hasta ahora estuve siempre en Piratininga (Sao Paulo), que es la primera aldea de indios, que está por el sertón a diez leguas del mar, como en otra os escribí, en la cual sané, porque la tierra es muy buena, y sin embargo no tenía jarabes ni purgantes, ni los mimos de la enfermería.
Muchas veces y casi lo más frecuente, nuestra comida era hojas de mostaza cocidas y otras legumbres de la tierra y otros manjares que ahí no podéis imaginar.
Junto con enseñar gramática en tres clases diferentes desde la mañana hasta la noche. Y a veces, estando dormido, me venían a despertar para preguntarme, con todo lo cual parece que sanaba.
Y así es, porque desde que me hice cuenta que no estaba enfermo, luego comencé a estar sano, y podréis ver mi disposición por las cartas que allá escribo, las cuales parecía imposible poder yo escribir estando ahí. Y más que en toda la cuaresma comía carne, como vosotros sabéis, y ahora la ayuno toda.
Lo mismo os digo del Hermano Gregorio, el cual aunque no está tan fuerte como yo, por ser de más flaca complexión, sin embargo no me quiere dar ventaja y tiene para sí que está tan bien dispuesto como yo.
Al menos os sé decir que, para un negocio de importancia, en que fue necesario ir de aquí a Piratininga aprisa, que es camino muy áspero y creo que el peor que hay en mucha parte del mundo, de atolladeros, cuestas y matorrales, lo escogieron a él como más valiente, habiendo otros sanos en casa.
Y así fue, durmiendo de noche con la camisa empapada en agua y sin fuego, entre matorrales. “Et vivit et vivimus, fratres”,‘ teniendo lástima de veros gastar tanto tiempo en medicinas, “quae ad modicum, imo ad nihilum valent”.
En este tiempo en que estuve en Piratininga, que fue más de un año, serví de sangrador algún tiempo, es decir, médico de aquellos indios, y esto fue supliendo al Hermano Gregorio, el cual por encargo del Padre Nóbrega, sangró algunos indios, sin nunca haberlo hecho sino entonces, y vivieron algunos de los que no se tenía esperanza, porque otros muchos habían muerto de aquellas enfermedades.
Partiéndose el Hermano Gregorio de alli quedé yo en su lugar, que fue lo más del tiempo, y sangré a muchos dos o tres veces y recobraron la salud y juntamente servía en colocar emplastos, levantar espinelas y otros oficios de enfermero, necesarios para aquellos indios, fuertes como caballos.
Ahora estoy aquí en San Vicente, que es en el puerto, para donde vine con el Padre Nóbrega para despachar estas cartas que van para allá (las “cuatrimestres” en latín). Además de esto, aprendí aquí un oficio, que me enseñó la necesidad, que es hacer alpargatas, y soy ya buen maestro; y tengo hecho muchas para los Hermanos, porque no se puede caminar aquí por los matorrales con zapatos de cuero. Todo esto es poco para lo que el Señor os mostrará, queridísimos, cuando acá vengáis.
En cuanto a la lengua (tupí-guarani) estoy en ella algún tanto adelantado, aunque es muy poco para lo que sabría, si no me ocuparan en enseñar gramática. Aun así, tengo ya toda la materia de ella en reglas, y para mí tengo entendida casi toda su estructura. No la pongo en arte porque no hay a quien aproveche. Solamente yo me aprovecho de ella, y también se aprovecharán los que de ahí vinieren que sepan gramática.
Finalmente, queridísimos, os sé decir que si el Padre Maestro Mirón quisiera mandar aquí a todos los que estáis pachuchos y medio enfermos medio sanos, la tierra es muy buena, los aires muy saludables, las medicinas son trabajos, y tanto mejores cuanto más conformes a Cristo.
También os digo, mis queridísimos, que no basta salir de Coimbra con cualesquier fervores, que se marchitan enseguida antes de pasar la línea, o se enfrían después con deseos de volver a Portugal. Es necesario, “fratres“, traer las alforjas llenas, que duren hasta acabar la jornada, porque sin duda los trabajos de aquí, que tiene la Compañía, son grandes y hace falta virtud en cada uno, que se pueda fiar de él la honra de la Compañía.
Porque acontece andar un Hermano entre los indios seis, siete meses sin confesión ni Misa, en medio de la maldad, donde conviene y es necesario ser santo para ser Hermano de la Compañía. Otras particularidades callo, que a cada uno acontecen, que no sé si os parecerán allá bien, aunque son de gran virtud. Acá las conoceréis si alguna vez viniereis.
No os digo más, sino que os preparéis con gran fortaleza interior y grandes deseos de padecer, de manera que aunque los trabajos sean muchos, os parezcan pocos. Y haceos de un gran corazón, porque no habéis de andar meditando en rinconcitos, sino “in medio iniquitatis et super flumina Babylonis” y sin duda peor que Babilonia. Perdonadme, queridísimos, otra vez porque el amor que os tengo me mueve la mano con que esto os escribo.
“Rogo vos omnes ut semper oretis pro paupere fratre Ioseph” A mis queridísimos Padres Francisco Rodríguez, Miguel de Sousa, Antonio de Quadros, Dom Leao, Manuel Godinho, con todos los demás y ellos principalmente, y mi queridísimo Padre Antonio Correa, que fueron y son mis padres, ruego y pido se acuerden siempre de este pobre hijo que en Cristo engendraron y “nutrierunt”, a los cuales y a todos los demás, “maxime” a mi queridísimo Jorge Rijo y Marcos Pereira (“si modo vivit”) deseo escribir.
Aunque me parece que satisfago con las cartas generales, que van para toda la Compañía. “Opto vos, fratres carissimi, semper in Christo bene valere “.
A 20 de marzo de 1555, de San Vicente.
“Pauper et inutilis “.
José.
¿Qué se deduce de esta carta, de cuya veracidad no se puede dudar? Un montón de detalles portentosos, de los que vamos a subrayar algunos.
Anchieta es, en estos primeros años de la Misión del Brasil, el único “experto” en Latín. Por eso le encarga el Provincial la redacción de “las cartas generales, que van para toda la Compañía”: Cartas que han de ser redactadas en LATÍN y que, a veces, son verdaderos libros.
Regenta, él solo, las tres clases de Gramática Latina (Infima, Media y Suprema), teniendo que prepararlas de noche. Debemos recordar un hecho que suelen omitir los historiadores. Mientras que en la América del Pacífico (Méjico, Perú…) hay ya en el siglo XVI Imprentas y Universidades, en la Atlántica (Brasil) no van a implantarse estas Instituciones hasta el siglo XIX. ¡Anchieta tiene que escribir “a mano” los textos de sus alumnos!
“A mano” tiene que escribir también la primera Gramática Tupí-Guaraní, cuya primera redacción la hizo, como era lógico, en la lengua científica común, el latín. Al no ser asequible para la mayoría de sus usuarios, el Provincial le pidió que la tradujera al portugués. Y así lo hizo. Es la edición que se conserva, donde queda de recuerdo alguna que otra expresión sencilla latina, como ocurre también en la carta a Coimbra.
Ha ejercido también de “cirujano”, sangrando con éxito a no pocos enfermos. Más adelante demostrará un conocimiento muy amplio y profundo de las plantas medicinales. En el Brasil se han escrito no pocos artículos y aun libros sobre “Anchieta y la Medicina”.
Para no alargarme más, vemos que es un “maestro” en hacer “alpargatas” para los Hermanos, oficio este que, con diversas otras profesiones, enseñará a los indios. Es por este tiempo cuando diseña, como inspirado “ingeniero”, el camino de San Vicente a Sao Paulo, es decir, las diez o doce leguas (unos 60 kilómetros) que separan la costa del “sertón”. Hoy es una gran autopista llamada “Vía Anchieta”...