La carta del Padre Kolvenbach nos servirá de estímulo para trabajar con entusiasmo por la pronta canonización del Beato José de Anchieta, Apóstol del Brasil
CURIA PRAEPOS1TI GENERALIS 97106 IV centenario de la muerte del Beato José de Anchieta SOCIETATIS IESU
ROMA - Borgo 5. Spirito, 4
A TODA LA COMPAÑÍA
Querido Padres y Hermanos:
P.C.
El próximo 9 de junio, con una serie de celebraciones de carácter religioso y cívico, científico y popular, la Compañía de Jesús, a una con toda la nación brasileña y con su tierra natal, conmemora el IV Centenario de la muerte del Beato José de Anchieta. Proclamado ya “Apóstol del Brasil” por el Administrador Apostólico de Río de Janeiro durante la celebración de sus exequias, ha sido desde entonces no sólo venerado como santo sino también reconocido por el pueblo brasileño como uno de los fundadores de su Iglesia y de su misma nacionalidad.
Arquetipo y símbolo de la empresa evangelizadora en aquella parte del nuevo mundo, su nombre está ligado a la fundación de las ciudades de Sáo Paulo y Río de Janeiro, así como a los orígenes de la educación y cultura de la nueva nación. Anchieta contribuyó a plasmar la autoconciencia del pueblo que nacía del dramático encuentro de los nativos con los colonizadores portugueses. Y lo logró mediante su participación en acontecimientos decisivos para la génesis del Brasil actual; mediante su actuación como maestro y enfermero, catequista y predicador, guía espiritual y consejero político; mediante el extraordinario ascendiente de su personalidad carismática sobre indígenas y colonos; y sobre todo mediante el testimonio de su vida de fe y entrega generosa y gratuita al servicio de los demás.
Esta capacidad de insertarse creativamente en un mundo nuevo con la convicción de la fe y la apertura del amor a los valores y necesidades de la gente sigue siendo una fuente de inspiración para nosotros que, cuatro siglos después, somos llamados a responder a los desafíos de la nueva evangelización.
Oriundo de la Casa Solar de los Anchieta de Urrestilla, emparentados con sus vecinos los Loyola, José nació el 19 de marzo de 1534 en La Laguna de Tenerife, en las Islas Canarias, donde había emigrado su padre. A los 17 años, entró en la Compañía en Coimbra, después de completar los estudios de humanidades e iniciar la filosofía en el célebre Colegio de Artes de esa Universidad, foco de irradiación del humanismo renacentista en Portugal. En 1553, apenas hechos los votos, embarcó hacia Salvador de Bahía, donde cuatro años antes habían llegado los primeros jesuitas, capitaneados por el P. Manuel da Nóbrega, para iniciar la evangelización de los pueblos indígenas.
El mismo Anchieta narra en cartas a San Ignacio y a los jesuitas de Portugal sus primeras impresiones sobre aquel mundo tan diferente, “donde es necesario ser santo para ser hermano de la Compañía”. Las durísimas condiciones de vida y el choque provocado por las costumbres de la tierra no le quitan la “alegría y consolación” experimentados al palpar los progresos de los niños indígenas. De hecho, el joven religioso será durante diez años el alma del pobre Colegio de Sáo Paulo de Piratininga y de la villa del mismo nombre que surgía en el alto de la Sierra del Mar. Allí “se empezó de propósito, escribe más tarde, la conversión del Brasil, siendo ésta la primera iglesia que se hizo entre los paganos”. Y allí desplegó su dedicación, capacidad e influjo creciente.
Experiencia decisiva en su vida son los cinco meses que pasa como rehén voluntario entre los tamoyos, tribu poderosa que con su rebelión amenazaba destruir las frágiles bases de la colonización portuguesa en el sur, juntamente con la prometedora misión entre los nativos. Para superar el miedo ante los peligros y tentaciones de aquellos días terribles llena su tiempo y su corazón con los ritmos ardientes del extenso poema que promete componer en honor de la Virgen María.
Después de 11 años de “magisterio”, el Hermano José es enviado finalmente, a Bahía, donde entretanto se había establecido la sede de la Provincia del Brasil, para completar sus estudios teológicos. Ordenado presbítero a los 32 años, retoma su servicio apostólico por otros 32, repartidos en tres períodos casi iguales: unos diez años como Superior en Sáo Vicente, otros tantos como Provincial y diez más, con la salud ya muy quebrantada, pero todavía activo y con importantes responsabilidades, en la región de Espíritu Santo.
“Hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos” (1 Cor 9,22), Anchieta reúne en su personalidad de apóstol las distintas características de nuestro modo de proceder (CG d.26) en síntesis vigorosa y original. Misionero y místico, poeta con notable sentido práctico, apasionado por el Señor y por los pobres, cercano a los hombres y a la naturaleza, culto y sencillo, enfermo con enorme capacidad de resistencia, fecundo a pesar de la carencia absoluta de recursos, el brillo de su figura simpática, no ofusca, sino atrae.
A pesar de la desconcertante variedad de sus simpatías e iniciativas, Anchieta jamás da impresión de ser hombre fragmentado. Porque la médula de sus empresas late siempre al ritmo de la unidad de la clara y exigente misión jesuítica, lapidariamente resumida por San Ignacio: ayudar a la gente a reencontrar a su Señor, que es su origen y será su fin. Esa unidad de fondo se manifiesta en la vida de Anchieta desde su generosidad de jesuita joven, a través del dinamismo apostólico de sus años de madurez, hasta la disponibilidad dolorosa de los últimos días de su vida entre los indios de Reritiba en 1597. En esa unidad de fondo injerta tanto las inquietudes socio—políticas del Brasil como la apuesta por las Bienaventuranzas. Gracias a ella puede denunciar las injusticias de los colonizadores y anunciar la Buena Nueva a los oprimidos, amando de corazón tanto a brasileños como a portugueses. De esa experiencia unitaria brota el sencillo deseo de desgranar con los más desposeídos de los indios un Ave María del Rosario y la decisión de cantar en 5.785 versos latinos las glorias de Nuestra Señora.
Particularmente unidos con nuestros compañeros de las Provincias brasileñas e ibéricas, pidamos al Señor, por intercesión del Beato Anchieta, esa unidad de fondo, que, en la variedad de nuestras obras y de las necesidades del mundo, nos haga reconocer en todo y por todo que somos llamados a ser jesuitas, compañeros de Jesús.
Fraternalmente vuestro en Cristo,
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Peter-llaus Koivenbach, S.J.
Prepósito General
Roma, 2 de junio de 1997
Vice-PostuIaçao da Causa de Canonizaçáo do Beato Pe. José de Anchieta
Comunicado
Para comunícaçáo de graça e solícitaçáo de material devocional escrever para:
Pe. Cesar Augusto dos Santos
R. Haddock Lobo, 400 — Cerqueira Cesar
01414-902 — Sáo Paulo — SP
tel:(11) 3255-0345
Nosso endereço eletrónico:
beatojosedeanchieta@uol.com.br
Que Deus, por intercessáo da Virgem Maria e do Beato Anchieta, abençoe a vocé e a todos que nos ajudam a continuar trabaihando pela causa do nosso Beato.
Com carinho,
Pe. Cesar Augusto dos Santos, SJ
Vice-Postulador da Causa de Canonizaçáo de Anchieta
Sáo Paulo, 23 de maio de 2007.