Pese a estar atribuidas a Suñol, no fueron ejecutadas finalmente por él, aunque figuren como tal en no menos de seis artículos periodísticos de la época y en la relación de obras de Feliú Elías, que también puede consultarse en esta página web. En efecto, Suñol fue designado para la ejecución de las citadas obras, pero renunció. ¿Cuál fue el motivo? No aparece explicado, pero nosotros interpretamos que los motivos que le llevaron a tal decisión habría que buscarlos en el largo tiempo transcurrido desde la designación de los artistas encargados del monumento hasta el punto en que fueron liberándose las cantidades y partidas asignadas por el municipio. Muchos años. La primera renuncia se hace en 1886 y Suñol fue nombrado miembro de la Academia de San Fernando en 1882, con lo que le llega, por fin, el reconocimiento a su grandeza artística y el final del inexplicable alejamiento que sufrió y le tuvo carente de encargos. Así, en el momento en que podría haber acometido esas obras, se hallaba inmerso en otras que le ocupaban y dieron enorme gloria.
Lamentamos que no se dedicase al trabajo de la Cascada, ya que su monumentalidad asegura la conservación del toda la obra para la posteridad, pero sin desmerecer a los grandes escultores J. Gamot y Manuel Fuxá que terminaron ambas estatuas no podemos dejar de pensar, evocando su Himeneo, en el delicado tratamiento que sus manos hubiesen realizado en el desnudo de Anfítrite. Y respecto al Neptuno, nos preguntamos recordando las bellas cabezas de San Pedro y especialmente San Pablo, cómo hubiese imaginado su genio la terrible majestad del dios del Mar.
Historia de la Obra según artículo de Manuel Garcia-Martín, Estatuaria Pública de Barcelona, que publicó la Catalana de Gas y Electricidad S. A.