EL CORREO

Madrid

Viernes 17 de Octubre de 1902

SUÑOL

 Sus amigos esperábamos y temíamos la mala noticia. Sabíamos que desde hace mas de dos meses, aquella naturaleza vigorosa a la que parecía estimular para vivir todavía largos años el constante ejercicio del arte, luchaba terriblemente con la muerte, que nos le ha arrebatado al fin en el día de ayer. Es que a veces esos hombres fornidos y fuertes esconden que se ser es todo espíritu, espíritu sutil que todo lo percibe con exquisita delicadeza y sienten con mas fuego y de un modo mas hondo que los demás. Esa ingénita delicadeza de sentimientos ha matado a Suñol. Hace poco mas de un año perdió una hija y esta desgracia hirió de muerte al artista.
 Es duro el golpe de ver inerte al amigo que ayer vimos bueno y animoso, pero es mas desconsolador ver que en los horizontes de Arte se ha ocultado para siempre un genio. Nunca olvidaré la última visita a Suñol. Acompañaba yo a otro maestro del Arte, D. Alejandro Ferrant. Hallamos a don Jerónimo subido en un tablón, perdido de yeso, ardoroso, rejuvenecido pasajeramente, acabando el modelo de la estatua de don José Salamanca, que acaso haya sido ya fundida en Barcelona, y que ha de ser colocada en el populoso barrio que Madrid debe al banquero famoso por sus grandes empresas y peregrinas prodigalidades.
 De ella no hablaba poco después D. Jerónimo, al mostrarnos su obra y referirnos el estudio que había hecho del personaje como hacía siempre aquel artista reflexivo que al remontar al cielo su vuelo de águila, no perdía nunca de vista la tierra. Admiramos la obra que es magnífica; clásica, a pesar de la levita el gran señor ¿contemporáneo?, sinceramente realista y de sencillez grandiosa que solo se halla en las altas creaciones artísticas.
 D. Jerónimo hacía girar el caballete para que examináramos la figura y hablaba con aquella dicción tan pintoresca en que el acento catalán, la sinceridad y el elevado sentimiento de Arte, formaban delicioso conjunto. Seguíamos la conversación y yo le miraba considerando que línea tan imperceptible nos separa de la realidad del ¿? Y sin embargo, cuan grande es la distancia a que verdaderamente nos encontramos de él. La admiración es un culto que, para ser ferviente, ha de rendirse en silencio.
 No hace falta, ciertamente, ensalzar a Suñol en el día de su duelo. ¿Quien no sabe que era uno de los mas grandes escultores contemporáneos?. Su modestia y acaso su falta absoluta de aptitudes y de intenciones para conquistar por la intriga aquello a que le hacían acreedor sus merecimientos, teníanle oscurecido, postergado, casi olvidado. La noble y pura ambición del arte era la única que conocía aquel espíritu, que a veces parecía el de un niño. Con ingenuidad admirable me confesó un día que lo que se escribía acerca de él no lo leía nunca. Con dejar acabada a su gusto una obra, estaba satisfecho.
 Por ese su modo de ser nadie debió poder arrancarle datos para trazar su biografía, que solamente hallo esbozada en los diccionarios.
 Nació D. Jerónimo Suñol en 1840, en Barcelona. Hizo sus primeros ensayos en el taller de su padre; después practicó con un escultor. Dedicado de lleno al arte, fue a Roma, y de allí envió a la Exposición Nacional de 1864 la estatua del Dante, que enriquece el Museo de Arte Moderno, donde la admiración universal le ha dado mas alta recompensa.
 En Roma hizo también el monumento sepulcral de O'Donnell, que está en la iglesia de las Salesas.
"Himeneo", "Petrarca", "Un joven napolitano", "Neptuno" y "Anfítrite" (para el parque de Barcelona); el "Colón" del monumento erigido en Madrid al inmortal descubridor de América; el grupo de las artes que corona la portada del Museo del Prado; los modelos del "Frontón" y de "Esfinge", para la Biblioteca Nacional; el "San Francisco Javier", para su basílica de Navarra, y últimamente la estatua de "D. José Salamanca", son sus obras mas importantes, habiendo dejado otras sin hacer, entre ellas un Cristo que había de ser terriblemente realista.
 El estilo de Suñol se caracterizó siempre por un feliz consorcio del vigoroso realismo español y el idealismo italiano del Renacimiento.
 Pero en estos momentos en que no se acaba de apreciar la magnitud de la pérdida que acaba de sufrir el Arte nacional, no hay serenidad bastante para examinar sus obras y apreciar su mérito.
 Artista laureado, profesor, académico, hombre sencillo, austero y modesto, Suñol ha muerto en la plenitud de su vida y de su talento, rodeado de la admiración y el respeto que infundía por su valer y su honradez intachable.
¡Descanse en paz el amigo inolvidable!.

JOSE RAMÓN MÉLIDA