REVISTA DE GERONA
(LITERATURA - CIENCIAS - ARTES)
MDCCCLXXX

 TOMO IV

EL MONUMENTO AL GENERAL ÁLVAREZ DE CASTRO


Ván cumplirse setenta y dos años desde que Gerona se levantó contra la invasión estranjera, y selló sus derruidos muros con la sangre de sus habitantes. Como el tiempo no borra jamás los hechos heroicos de la historia de los pueblos, esta serie de años no ha bastado para que desapareciese del corazón de los Españoles la brillante y desgraciada página de aquella epopeya.
¡Gerona y Álvarez! he aquí dos nombres unidos por el infortunio; y honrando hoy aquella la memoria de su invicto defensor, se honra también á sí misma. La Nación que admiró sus hechos, les levanta un monumento digno de ellos, como espresion imperecedera del valor y heroísmo de aquellos que sacrificaron sus vidas y haciendas en-aras de la Patria.
En efecto, el monumento que se inaugura en la ex-colegiata de S. Félix, destinado á encerrar las cenizas de aquel valiente caudillo, tiene por su significación propia un carácter commemorativo y simbólico y es el tributo de gratitud de un pueblo que recompensa con una página escrita en piedra las muchas que los defensores escribieron con su sangre.
El proyecto debido en un principio á un concurso, tenia que emplazarse en la rotonda de la capilla de S. Narciso, detrás del altar donde se venera este Santo, cambiándose después en el sino actual, como más adecuado al objeto para la buena visualidad del conjunto, lo que fue más racional, no solamente por lo dicho, sino que habiendo destinado su colocación entre los dos basamentos de pilastras de las que decoran aquella, y en' el centro de la curvatura que forman sus lados, es fácil sea el comenzamiento de otros monumentos que allí pueden construirse aprovechando los otros interpilastras, convirtiendo aquel sitio en panteón de hombres célebres.
De manera que no es el que nos ocupa un monumento adosado, como suelen estar generalmente los que así se emplazan, por no permitirlo la poca distancia de los basamentos y la carencia absoluta de luces abrir en el muro un nicho de suficiente anchura para cobijarlo.
El programa que tuvo el artista presente para su composición, fue primero que se trataba de un monumento destinado principalmente á guardar unas cenizas, y que la satisfacción de esta necesidad requería una urna, así como la parte simbólica debía dar origen á una estatua, de tal ó cual actitud. Encargada esta y ya ejecutada hábilmente, se modificó el proyecto primitivo algún tanto, con lo cual la posición de aquella, sirvió como de pié forzado para las modificaciones que trataban de introducirse y que unido á las proporciones de los elementos arquitectónicos de la capilla, á su gran capacidad, malas condiciones de luz y demás, hacía de sí mucho más difícil el problema.
Manifestado esto, vamos á la descripción del monumento que consta de tres partes principales. El basamento general, la urna, y la estatua.
El basamento es de. planta rectangular, siendo su frente de i metro 8o centímetros, su fondo de i metro 34 centímetros y la altura total, comprendiendo la del zócalo en que descansa, es de i metro 42 centímetros; está compuesto por elementos que le son propios, esto es, la basa, el neto y la cornisa, y tiene molduras simples y compuestas, de reminiscencias romanas. En el frente y lados, formando un resalto de 5 centímetros de su filo, tiene dos pedestales que á manera de estilóbatos más resistentes descansan sobre ellos, en su centro y parte superior los pies que sostienen la urna. En el frente de estos dos pedestales y en relieve aparecen dos escudos de Alvarez de Castro, cuya repetición sin duda se hizo obedeciendo á leyes de simetría, que nunca debe cumplir tan rigorosamente el artista, si le inducen á-ser profuso. En sus lados hay dos coronas de laurel con lazos, encerrando la fecha memorable de 1809. En la parte central del frente, dentro de una circunferencia moldurada, hay una cruz de aspas iguales ejecutada en alto relieve.
Tal es la ortografía de la parte sustentante del monumento y su decoro es sobrio, como debe serlo un miembro que debe principalmente acusar solidez antes que todo.
Visto el conjunto en su proyección ortogonal sobre la parte descrita, descansa la urna, que aparece en primer termino ó en la parte anterior, y en segundo término está el pedestal que sustenta la estatua. Las dimensiones de la urna son de I metro 68 centímetros de frente y 70 centímetros de lado, en su parte más ancha, siendo la altura total, comprendidos los atributos, de 78 centímetros. Está sostenida por garras de león estilizadas, y su silueta general es de buen efecto; hay molduras superiores é inferiores decoradas de ovarios y otros propios del Renacimiento, estando formada su parte central por un escociado poco profundo, que por su frente y en medio tiene un recuadro exornado con dos palmetas, que contiene la inscripción Alvarez de Castro, formada con letras refundidas y doradas. En uno de sus estremos se encuentra una cabeza de león que sostiene con su boca festones de laurel sujetos con cintas, cuyos festones se pierden debajo los pliegues del manto de la orden de Santiago, á que pertenecía el héroe, que, con el birrete de la propia orden, la faja, bastón y espada colocadas en la que figura losa de tapa que está adornada de escamas, completan el ornato de la urna.
Esta como parte más principal del monumento es la que ostenta más riqueza. Su ejecución es esmeradísima, pudiéndosela calificar de verdadera obra de arte. En efecto, atendiendo al realismo de las obras del Renacimiento, ha descendido el artista á tan minuciosos detalles, y ha estudiado de tal modo los pliegues del ropaje, que la ilusión es completa, y el espectador lejos de ver delante de sí el frío y duro marmol, parece que su curiosidad le lleva á cojer las ropas, á fin de descubrir la tapa de la urna. El estudio es tan detenido, que en la faja se nota perfectamente la urdimbre de la sarga, y en el manto se cree percibir la suavidad del merino blanco. Confesamos ingenuamente que quedamos agradablemente impresionados al descubrirla por primera vez pues artísticamente considerada nada deja que desear. En verdad que quien ha admirado otras concepciones esculturales del mismo autor debía prometérselo todo de tan insigne artista, y nosotros que no nos hemos cansado de contemplar la estatua yacente del general O'donell y demás figuras cíe alto relieve que se encuentran en aquella bellísima tumba adosada á un muro del interior de las Saleras Reales de Madrid, obra del mismo y proyecto debido al eminente cuanto malogrado arquitecto Sr. Mendivil, gloria de la arquitectura Española no debíamos casi admirarnos de un trabajo tan perfecto.
En la parte posterior do la urna, se eleva unos 40 centímetros más que ella el pedestal en que descansa la otra obra maestra que corona el monumento, o sea la estatua debida al cincel del distinguido escultor, paisano nuestro Sr. Eigucras. Este pedestal es un prisma octogonal de lados iguales, dos á dos; la línea de su frente mide I metro 10 centímetros y la del fondo es de 70 centímetros, constando de basa, neto y una pequeña cornisa de moldurage adecuado al estilo del Renacimiento.
Los lados menores de este pedestal, dispuestos á manera de chaflán, tienen en relieve unas antorchas encendidas, ornato muy característico en los monumentos funerarios. En las caras laterales y como apeando á dicho miembro, se han dispuesto dos ménsulas invertidas que contribuyen a dar un carácter más estático y complementan el sustentante. El decorado de esta parte, sin duda para no distraer la atención de la urna, está exento de ornato alguno.
Sobre este pedestal descansa la bellísima estatua que simboliza á Gerona, está sentada y su actitud es tranquila notándose en su bien acabado rostro cierto sello de tristeza y dignidad, ostenta en sus sienes corona mural, vestida con ropage recojído, teniendo en una de sus manos una corona de laurel, que ofrece al héroe en pago de sus sacrificios y descansa la otra mano en un escudo de armas de la propia ciudad. La altura de esta estatua es de I metro 15 centímetros. Este estudio como el de la urna es sumamente notable; la noble actitud de su conjunto, sus modeladas formas y delicados contornos, los bien entendidos pliegues del ropage, todo recuerdan aquellas estatuas griegas, que aun hoy admiramos. Reciba nuestros plácemes nuestro buen amigo por tan acabada concepción artística, como ya tuvimos ocasión cíe dárselos, cuando asistíamos á su taller, viéndole concluir tan delicado trabajo.
La altura total del conjunto es de 3 metros 70 centímetros, formando un todo apiramidado, de bastante buen efecto.
Los materiales de que se compone son: el zócalo, de piedra caliza de la localidad, pulimentada y de un color amarillento rojizo; la urna y la estatua son de mármol blanco sacaroideo ó estatuario de Currara, y el basamento y pedestal de la estatua son de la misma clase de mármol, si bien más veteado y con brillo lo que le dá un tinte azulado. Esto produce alguna variedad en el conjunto y aunque no resulta inarmónico, quizás se hubiera sacado mejor partido haciendo el zócalo de un color más oscuro, y no dando brillo á los elementos mencionados. El todo destaca bien del fondo, por ser los muros de la capilla formados con sillares de marmol oscuro.
Aunque la escenografía del conjunto no deja nada que desear, en los detalles se entrevé falta de la unidad que debe tener toda composición arquitectónica, debido sin duda á los diferentes artistas que en la obra han intervenido.
El proyecto aprobado por la Real Academia de San Fernando, está suscrito por nuestro compañero el arquitecto D. Martín Su-reda, habiendo dirigido también la parte arquitectónica y su construcción. La urna y estatua son respectivamente, según hemos dicho, de los escultores Sres. D. Gerónimo Suñol y D. Juan Figueras, y el resto del monumento, incluso la parte escultural del mismo, lo ha trabajado D. Jaime Salas, acreditado lapidario de esta ciudad.
Reasumiendo, podemos decir que el conjunto del monumento satisface á la razón y al arte, por su severidad, por el buen efecto de sus líneas generales, por sus proporciones y por su carácter propio y simbólico. Sin duda tiene pequeños defectos como toda obra humana, pero si se tiene en cuenta las vicisitudes porque ha pasado, y las variaciones tanto en su emplazamiento como en su exornado que ha sufrido, preciso será confesar que se ha sacado del todo un buen partido.
Séanos permitido antes de acabar esta reseña, felicitar también á los artistas que han intervenido en la ejecución del monumento y á la celosa Junta de erección del mismo, que gracias á su actividad, ha podido ver coronada su obra, pagando esta deuda de gratitud al valiente é infortunado Álvarez de Castro y legando al propio tiempo á Gerona un monumento digno de su historia.
MANUEL ALMEDA